Ecuador: rápido y nuboso.

Después de 16 días sin usar la bici (salvo distancias cortas dentro de la ciudad) volver a las andanzas pedaleras fue todo un alivio, a pesar de contar con el calor del Amazonas Ecuatoriano al principio del trayecto.

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Nunca es bueno comparar, pero al pasar de un país a otro es inevitable no hacerlo. Al circular por la ruta 20 ecuatoriana me percato de tres grandes diferencias con nuestra experiencia en Perú: 1) La cantidad de basura tirada en el camino se reduce radicalmente, 2) los vehículos en general conducen con más prudencia, tomando distancia con nosotros, 3) las personas que nos ven pasar por la ruta, habitualmente, no nos gritan tonteras. Todo marcha bien hasta el momento, pero todas estas ventajas se pagan con dos cosas en particular: la inclinación de los caminos, en especial antes y después de un cruzar cualquier rio- Uff!-, y como no: los precios. Claramente cuando la divisa de un país es el dolar estadounidense, la diferencia con cualquier país sudaca se nota. ¡Están advertidos!

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La primera noche en la ruta nos toca buscar un lugar para acampar, ahí la cosa se pone un poco más peluda, ya que al pasar Loreto comienza los terrenos con cerco, el archienemigo de todo campista independiente. Después de buscar en varios lados encontramos un lugar tranquilo, medio escondido pero con suficientes zancudos para convertir en colador a cualquiera. Al día siguiente los cercos siguen allí, así que pedimos espacio para poner la carpa en la sede vecinal de Challwayacu, un pueblito quechua donde nos recibe un grupo de al menos 20 curiosos niños quienes nos dirigen con el presidente de la junta. Para nuestra alivio, y quizás en parte por el espíritu navideño del momento, nos da permiso para instalar la carpa bajo techo y usar la electricidad del lugar.

Y así en 3 días desde Coca llegamos a Narupa (1150 m.s.n.m.) el poblado que intersecta con la ruta 45 que nos dirige a Baeza, nunca dejando de lado las pendientes pronunciadas que caracterizan a este tramo.

Luego de circular unos 5 kilómetros hacia el norte, nos percatamos de un restaurant vacío. Al parecer los dueños han abandonado el lugar, pero no han cortado ni la electricidad ni el agua, así que decidimos instalarnos y descansar allí, dándonos un gusto de parar temprano por ser 24 de diciembre. Al día siguiente comienza un ascenso hasta 2250 m.s.n.m. para luego descender hasta Baeza (1800 m.s.n.m) y tomar la ruta 28, para volver a subir hasta el Paso Papallacta a 4064 m.s.n.m., donde comienza la autopista con dirección a Quito.

La guarida navideña.

La guarida navideña.

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Ascenso, pero siempre con berma.

Lamentablemente en los ascensos nos percatamos de que las partes de la transmisión (piñones, cadena y platos) de nuestras bicicletas comienzan a morir, después de varias señales de desgaste en Perú. Estos componentes puede que estén hechas de acero, pero hasta este material no dura para siempre y sobre todo después de miles de kilómetros. La llegada a Quito urge para poder renovar nuestra bicis y hacer de las pendientes una tarea más ligera. El cambio no lo realizamos antes porque no encontramos ninguna tienda de bicis en Pucallpa o Iquitos, pero ojo si buscan repuestos de moto estarán en el cielo ^^.

A este problema mecánico, se nos suma la llovizna y niebla que nos acompaña en todo el ascenso hacia el Paso Papallacta desde Cuyuja. Una verdadera lástima ya que es ahí donde hay unas excelentes vistas del volcán Antisana y otros nevados cercanos.

La noche anterior al Paso Papallacta y con las ropas bien mojadas luego de un jornada subiendo bajo la lluvia, volver a sentir frío es casi sublime, un gusto después de tantos días goteando de sudor y no querer ni moverse solo para ir a tomar una ducha fría.

El descenso desde Papallacta a Quito trae otras sorpresas: la autopista incluye una ciclovia en un largo trecho y las nubes comienzan a moverse para dejarnos ver la ciudad desde lejos. Al entusiasmo de la vista, se suma un problema mecánico: uno de mis rayos traseros se rompe, el cual Sylvain soluciona en un rato. Minutos después la solución se convierte en otro problema, ya que el ajuste hizo que la llanta se agrietase. Mmm…al menos Quito está cerca.

Llueve, pero al menos tenemos ciclovia.

Llueve, pero al menos tenemos ciclovia.

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A un poco menos de 4000 m.s.n.m. en Paso Papallacta.

Con Quito atrás.

Con Quito atrás.

Minutos despues: PAH DRAMA!

Minutos despues: PAH DRAMA!

El domingo 27 de diciembre llegamos finalmente a la capital, donde nos recibe Jimena, una quiteña que marcó nuestra estadía en la ciudad, o mejor dicho en Ecuador, poseyendo una divertida forma de ser y culticidad: maneja un mínimo de 4 idiomas, incluyendo un excelente nivel de francés, para fortuna de Sylvain.

Jimena nos deja quedarnos en su casa a pesar de que ella saldrá de viaje por el año nuevo. Con el espacio y tiempo para comprar las partes de bicicletas partimos en la búsqueda, encontrando todo lo que buscábamos, ¡las ventajas de estar en una capital! Nota: si puedes esperar hasta Colombia para comprar partes de bicicletas, ¡hazlo! No diría que Ecuador es extremadamente caro, pero en comparación con Chile los precios allí son un poco mayores. Nosotros no esperamos, ya que aun nos quedaba caminos con pendientes y que la transmisión funcione en estos casos disminuye mucho la frustración.

OTRA OBSERVACIÓN: Con el feriado de fin de año cerca, muchos quiteños se van de la ciudad a pasar las fiestas a otros lados e incluso cierran sus tiendas a partir del 30 de diciembre, eso incluye varios talleres de bicicleta. Entonces la construcción de mi rueda trasera quedo en manos de mi franchute, quien muy hábil y gracias a un tutorial – ¡Alabada sea la internet!- la logro hacer, a pesar de que nunca lo había hecho desde cero. Como antes he mencionado, Sylvain si quiere arreglar algo, LO VA A HACER 🙂

Sylvain, el constructor de ruedas.

Sylvain, el constructor de ruedas.

Año nuevo en Quito represento para nosotros conocer la tradicion de los monigotes de año viejo, que se queman para representa el año que se va.

Año nuevo en Quito represento para nosotros conocer la tradición de los monigotes de año viejo, que se queman para representa el año que se va.

... de todos los tamaños...

… de todos los tamaños…

... y nacionalidades.

… y nacionalidades.

Adios 2015! Hola 2016!

Adios 2015! Hola 2016!

"no hay tiempo para cambiar la rueda! ya es casi medianoche" , en una de la calles de Quito tipin 11.30 pm del 31 de diciembre.

«no hay tiempo para cambiar la rueda! ya es casi medianoche» , en una de la calles de Quito tipin 11.30 pm del 31 de diciembre.

Luego de un poco más de una semana bien aprovechada en Quito, el 5 de enero nos dirigimos al norte con dirección a Colombia. Al salir tomamos la Avenida Simón Bolivar y luego el camino que nos dirige a Otón, donde encontramos un rinconcito para acampar. Al día siguiente seguimos por la 35 hasta Rumichaca, donde se encuentra la frontera. En toda esta ruta, el asfalto esta es muy buen estado (no es de extrañar en todo caso porque es la Panamericana) y hay berma en casi toda su extensión. Los paisajes son bonitos, nada espectacular, sin embargo pudimos notar que la seguridad del camino se mide en el número de ciclistas que vimos, que aunque  no eran cicloturistas como nosotros, si vimos a varios entrenando e incluso pelotones marchando.

De Izquierda a derecha: Antoina y Breanna (nuestros compañeros de viaje en Amazonas), Jonathan (pololo de Jime), Jime y Sylvain. Nuestra ultima y unica cena todos juntos

De Izquierda a derecha: Antoine y Breanna (nuestros compañeros de viaje en Amazonas), Jonathan (pololo de Jime), Jime y Sylvain. Nuestra ultima y unica cena todos juntos

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La vista desde el primer lugar de acampada post Quito.

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No crean que soy nazi, solo estoy mostrando la linea del Ecuador.

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Muralismo en Cayambe.

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Lago San Pablo en Otavalo.

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Otavaleñas con su vestimenta tradicional.

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Valle del Rio Chota.

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En la ruta 35, hacia Tulcán, ultima ciudad antes de la frontera.

Al llegar a la migración de Ecuador nos hicieron hacer un trámite sencillo, porque entramos por una frontera donde el sistema electrónico no existe: un par de fotocopias de los pasaportes, una llamada a la oficina de Nuevo Rocafuerte en Amazonas y media hora de espera, para finalmente obtener el sello que marco nuestra salida de Ecuador el día 10 de Enero del 2015.

En total estuvimos 21 días en Ecuador y quedamos con gusto a poco, sintiendo que deberíamos volver. Esperamos cumplir esa meta en nuestro regreso a Chile. ¡Hasta pronto!


De Lima a Huánuco: de vuelta a la cordillera.

Planificamos la salida de Lima a través de la ciclovía de la avenida Universitaria. Su extensión en papel impresiona, pero en la practica ésta se encuentra en pésimo estado, aunque a la fuerza si se puede transitar (nunca tan dramático!).

De vuelta a la Panamericana, desde la salida norte de Lima a Barranca, la cantidad de trafico se mantiene hasta el cruce con la ruta 14, camino con dirección hacia Huaráz, “filtrando” la mayoría de los camiones y buses que vienen desde el sur.

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Ruinas de Paramonga, al norte de Barranca.

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Un poco de vida silvestre cerca de la Panamericana.

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El paraíso si existe en la Tierra, y está en Perú.

Además de haber menos vehículos en circulación, los paisajes costeros se repiten hasta Casma, nuestro último paraje aledaño al océano Pacífico. En particular, el tramo entre Huacho y Barranca se nos hace muy complicado para acampar, tanto así que acudimos al recurso de esperar hasta que se oscurezca y acampar en un terreno privado. Por supuesto, como es de esperar en este tipo de situaciones, al día siguiente antes del amanecer, aparece el guardia, quien necesita asegurarse que no somos peligrosos: una conversación sencilla nos da unos minutos más para empacar y largarnos de allí.

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Uno de los pocos lugares aledaños a la Panamericana donde no sentimos que estábamos invadiendo propiedades.

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Con una ruta de lujo, pero sin mucho para distraer la vista.

Desde Casma comienza el ascenso hacia la cordillera Negra por la ruta 14A. El clima y las condiciones topográficas hace de este tramo el llamado “pueblo sin fin”: plantaciones de mangos, plátanos, manzanas, etc, y con estas casa tras casa, mototaxis y perros. La palabra desafío encaja perfecto a la hora de encontrar un lugar para acampar entre todo esto.

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El inicio del «pueblo sin fin». Camino hacia Huaráz, ruta 14A.

En el tramo sufro un pequeño accidente en Rurarsharsh: un resbalón en un badén baboso, producido por la escasa agua que corría por allí. Del porrazo quedo muy adolorida, sobre todo porque recibí toda la caída en mi codo izquierdo. Pero más que el cuerpo es el espíritu que sufre por dos motivos: primero porque pude evitarlo y segundo porque, a pesar de que había mucha gente viéndonos transitar en ese minuto por el camino, nadie se acerco a ayudarme o a preguntar. NADIE. Con esto no trato de resaltar la importancia de mi persona, sino la falta de empatia de la gente que vive por estos lados, pero si la idiota insistencia de gritar cosas al vernos pasar, siempre a nuestras espaldas por supuesto. El peor grito de todos se reduce al simple “¡GRINGOOO!”, el cual podría parecer simpático hasta folclórico para muchos, ya que la mayoría de las persona que gritaba esto eran quechuas. Claro, una vez a la mil puede parecer tolerable, pero imagínense en esta situación durante 4 días seguidos, donde cada pueblo de no mas de 300 habitantes y que 2/3 de la comunidad te grita lo mismo y el resto se ríe, sin ofrecer nada amable a cambio, y por nuestra parte con el sudor en la frente, el ácido láctico en las piernas y la ira acumulada en la garganta, aguantando no decir nada inapropiado, ¿por qué?, porque ellos son campesinos indígenas y se merecen nuestro respeto… Da para pensar. Muchas veces respondimos: que no somos gringos, que es una falta de respeto, que vaya a aprender geografía… pero fue tan inútil como instalar un cenicero en una moto.

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La vista después de Chacchan, el pueblo que queremos olvidar.

Ese mismo día más tarde paso algo particular: “la gota que rebalsó el vaso” fue cuando conocimos a un agricultor quechua que circulaba en su bicicleta. Claramente nos llamo la atención y conversamos con el durante la subida. Luego de que mencionó donde vivía y que ya había dejado acampar a un ciclista en su patio años atrás, le pregunte si nos daba espacio para dormir esa noche, ya que en el valle los espacios mas o menos planos ya estaban habitados. El accedió muy amablemente y seguimos conversando en la subida. Todo indicaba que dentro de todo, había gente generosa en el camino. Lo que no esperábamos es que al llegar a su pueblo, Chacchan, seriamos algo así como el “circo”, la atracción principal del mes, y que además de no contar con el patio que nos prometió (aquí quizás tuvimos un problema de idioma), unos de los guardias del pueblo se encontraba ya en evidente estado etílico y se nos pegó como lapa con su balbuceo. Y pensar que estábamos tan cerca de tener un lindo recuerdo de la gente de la sierra Peruana. Ya eran casi las 7pm y luego de varios minutos en pensar que haríamos, rodeados de personas mirando todos nuestros movimientos, decidimos bajar un kilómetro, siempre con el coro ignorante de fondo “¡gringooo, gringooo!” hasta una parte apropiada para acampar, suficientemente escondida de los pobladores. El anochecer ayudo a que nuestra carpa pasara más piola y que el mal rato se disipara.

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¡Arranca, Luz, que aun se escuchan los gritos!

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Este camino es muy lindo, pero hay partes donde no dan ganas de mirar.

Al día siguiente la subida sigue y los gritos se mantienen. Esta vez optamos por lo más sencillo: ignorar, ponernos los audífonos y dejar que la música callará los comentarios que no necesitábamos. Al fin y al cabo la educación de un pueblo, por fortuna, no es tarea nuestra.

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Las nubes van bajando cerca del Paso Callán.

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Pero seguimos subiendo.

En la subida conocemos a un ciclista de ruta mexicano, Eduardo, quien nos da un poco de orientación con respecto a la distancia del paso Callán, a 4204 m.s.n.m. El apuro surge porque creemos que lloverá, pronóstico que se cumple justo cuando comenzamos a almorzar. Con la comida mojada, nos apuramos en engullir y terminar los últimos 3 kilómetros de la subida. En la cumbre las nubes se mueven y la lluvia se detiene, la primera vista a la Cordillera Blanca es mejor de lo que esperábamos. Se puede ver la ciudad de Huaráz, donde nos hospedamos con la familia de Fredy. Lo que entonces parecía molesto, ahora es cómico, ya que la madre de nuestro anfitrión, es quechua y trata a Sylvain de gringo, como si nada. ¡Pff! Pero como no queremos cometer un impasse, no decimos nada y dejamos pasar esto a cambio de la hospitalidad.

YAY!

YAY!

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A pesar de la lluvia, juntos y satisfechos de cumplir la misión del día.

Cordillera Negra a la izquierda, cordillera Blanca a la derecha.

Cordillera Negra a la izquierda, cordillera Blanca a la derecha.

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Vista de la ciudad de Huaráz, a mi parecer la ciudad más bonita que vimos en Perú.

El 21 de noviembre seguimos el camino, en dirección a Huánuco por la ruta 3N, una de las principales de Perú. Tenemos dos días nublados hasta que llega la coronación lluviosa en la subida al paso Yanashalla, a 4720 m.s.n.m. Este podría parecer impresionante por su altura, pero debo decir que la pendiente del camino pareciera que esta hecha especialmente para camiones, así que el esfuerzo es progresivo. Claro esta, cuando la lluvia y el viento llegó en los últimos kilómetros, ¡otra cosa es con guitarra!.

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Los nevados de la Ruta de Pastoruri, Cordillera Blanca.

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En la Ruta 3N, entre Huaráz y Conococha.

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Una ultima bajada antes de volver a subir.

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Y asi comenzó el ascenso a los 4720 m.s.n.m.

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Y asi terminó. No puedo decir que la vista era espectacular, pero al menos no quedamos tan empapados con la lluvia.

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Vista hacia el noreste del Paso Yanashallá.

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El esfuerzo del ascenso y aguantar el frío no significa que lo pasemos siempre mal.

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Gaviota andina.

Gaviota andina.

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Vista del valle del rio Vizcarra.

En la bajada el asfalto comienza a perder su calidad al cruzar Huallanca hasta prácticamente Huánuco. Tramos sin asfaltar, innumerables baches e intentos fallidos de parches hacen de esta parte del camino algo inesperable, ya que en el mapa se indica que está asfaltada y como ruta principal se espera algo de mejor calidad y seguridad.

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Un ejemplo del estado de la ruta 3N entre Huallanca y Huánuco. De repente olvidábamos que esta es una ruta principal.

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Sylvain «MacGyver» Alleg en acción.

Todo esto le pasa la cuenta a mi parrilla frontal, que al ser de aluminio finalmente se rompe en una unión. Luego de dos horas de un improvisado arreglo, Sylvain “MacGyver” Alleg logra arreglar mi parrilla, para que al menos aguante hasta Huánuco, donde nos recibe Midori y su familia, quienes tienen una panadería/pastelería, la perdición para todo amante de las masas. A los kilitos en nuestros cuerpos se suman los días de pausa, esperando que las lluvias pasen, hasta que nuestra estadía se extiende casi una semana. ¡Gracias a la familia Villanueva Guerrero por su paciencia y cariño!

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Sylvain bajando a Huánuco…

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Luz no se queda atrás.

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🙂

¿En serio?

¿En serio?

Con Midori, afuera de la panaderia familiar.

El dia de nuestra partida hacia el Amazonas peruano con Midori, afuera de la panadería familiar.