Nos despedimos de nuestros anfitriones en Chilecito el 6 de junio, saliendo de la ciudad casi al mediodía. El día nos recibió con calor, y como había sido la tónica de los últimos días, un nuevo hoyito en mi rueda. Como ya es lo usual del trabajo en equipo, Sylvain se encarga de sacar la cámara de la llanta y yo la parcho, así salimos más rápido del problema, pero esta vez no fue tan sencillo, ya que surgió otro problema: ¡el bombín no funcionaba! Ya habíamos hecho cerca de 15 km. al norte de Chilecito y parecía que teníamos que volver. Divisamos un cicloturista que venía en nuestra dirección, así que le pedimos su bombín, el cual solo era para válvula francesa (nosotros usamos americana, a pesar de la nacionalidad de mi marido). Después de un rato pensando que íbamos a hacer, Sylvain se decidió a arreglar el bombín, y ¡presto! bombín arreglado.
Vuelta en marcha, seguimos adelante con el calor, sabiendo que el próximo punto para conseguir agua era Pituil, a 70 km vía Ruta 40. Ya entrada la tarde, buscamos alguna Difunta Correa para tener agua y podernos lavar un poco. Sylvain se aleja por un camino cercano donde podría haber una animita, y yo me quedo esperando en la ruta, cuando un auto se acerca: era un hombre ofreciéndome agua potable! Ya les había dicho, la gente de esta zona empatiza un montón con la sed.
Más que iglesias, el mundo necesita esto: agua potable pública – Un fuerte aplauso (no sarcástico) para el pueblo de Pituil y su válvula.
Un dato interesante es que en Pituil, Schaqui y San Blas se puede encontrar Wifi en las plazas, a pesar de ser pueblos pequeños. La conectividad se vive en la provincia de la Rioja.
En Alpasinche nos abastecemos de agua hasta Belén (distancia de 93 kms). Al cruzar el rio Salado, pasamos a la provincia de Catamarca donde comienza una suave cuesta y con ello destrozando nuestro sueño de un país libre de zonas para acampar, el camino limitado a sus costados con cercos, al parecer, puestos por la compañía que construyo el camino – demasiada uniformidad los delata. Viendo el lado positivo, la vista a la sierra de Fiambala hace más grato el camino, y también nuestra búsqueda por un punto para dormir, que finalmente logramos minutos antes de que el Sol se ponga. Uff- misión cumplida.
Rio Salado marca el limite de las provincias de La Rioja-Catamarca por la ruta 40.
La Sierra de Fiambala de telón.
Ya en Belén buscamos un lugar para comprar cámaras de bicicletas: lamentablemente las medidas que buscamos no las tienen, por lo que nuestra meta se pospone nuevamente hasta Salta. También en Belén, el Wifi de plaza se acaba, pero se puede encontrar en un servicentro de avda. Coronel Daza con Sarmiento, por un mínimo de consumo.
Con la escasez de cámaras intactas para nuestras ruedas, algunas rutinas tuvieron que cambiar: para evitar más pinchazos habrá que desempacar toda la bicicleta hasta el lugar de acampar, y trasladar todo por separado. El esfuerzo lo vale, o al menos me puedo jactar de ejercitar un poco más mis brazos, en lugar de solo las piernas.
Al salir de Belén se aprecia el camino escarpado que bordea el rio con el mismo nombre. El rio esculpe la roca en esta zona y se nota la belleza del tiempo.
Hacia el norte por el costado del rio Belén, provincia de Catamarca, Argentina.
Los dos días siguientes el tiempo nos da una sorpresa: amanece nublado, pero la lluvia no llega, y además nos vamos enterando que el camino a Hualfin está completamente pavimentado, tiene escaso tráfico y sube suavemente hasta el Pie del Medano, y desde allí bajar, bajar y bajar con el plato numero 3 – todo un privilegio por estos lados – hasta Santa María, pueblo donde pagamos 20 pesos por camping municipal, lleno de perros que nos dieron una serenata, pero con un nochero amable que nos dio permiso para ver el partido de Chile contra Ecuador (2-0) en la casa de la entrada.
Leyenda en muro de adobe de la ciudad de Santa Maria. Tan sencillo como cierto.
Parece que la lluvia no nos quiere sorprender… aún.
A falta de marraqueta crujiente el día siguiente, partimos con los estómagos llenos de deliciosas facturas hacia la ruta que nos llevaría a los Valles Calchalquies, zona vitivinícola y con ello el turismo asociado al vinacho: el pueblo de Cafayate nos recuerda que cuando un lugar es solo turismo, pierde su esencia y se torna artificial. Nos retiramos hastiados de este lugar para seguir hasta San Carlos donde el asfalto se termina y comienza algo que no se si podría llamar 100% ripio, ya que hay buena parte del camino se mezcla con arena, y para qué hablar de las calaminas – uff!.
¿Queda claro lo que es una calamina?
El resultado de la erosión en Quebradas de las flechas, km 4380, ruta 40, Valles Calchalquies.
Después de muchos intentos, logro una foto más o menos decente de estas aves. Cosechas de maíz en los Valles Calchalquies.
Más aves fotogénicas.
De nuevo, buscamos ver uno de los partidos de Chile en Copa América, y nos dirigimos ese día al pueblo de Los Molinos. Pero esa mañana, sufrimos un percance de tipo florístico, esta vez no con las ruedas de las cletas, sino con el pie de Sylvain: intentamos sacarle una espina pero no resulta. Avanzamos esperando que el dolor desapareciera pero no sucede, debemos encontrar atención medica. Afortunadamente, al llegar a Los Molinos nos asentamos en el camping municipal, por solo 70 pesos. Allí conocemos una pareja de argentinos ciclistas quienes nos comentan que ante cualquier duda médica, la consulta y posible tratamiento es gratis acá. Con esta buena noticia partimos al pequeño hospital donde, luego de un par de batallados minutos, el paramédico le extrae la caprichosa espina a Sylvain, y mejor aun: ¡gratis!
Sylvain a punto de averiguar que la espeleologia no solo se puede hacer en roca, sino que también en la epidermis.
Después partimos a la plaza de armas para conectarnos al internet un rato. Un tiempo en la plaza y un señor se da cuenta que soy chilena, a lo que comienza a hacerme un par de preguntas sobre compras en nuestro país. Al parecer le caí bien, por lo que nos invita a ver el partido en su casa, junto a su esposa. Esto nos cae de perillas, porque comenzaba a hacer frío y no encontrábamos ningún lugar para ver la competencia. Chile da la batalla contra México, pero quedan igualados a tres.
A la mañana siguiente, Sylvain vuelve a la posta para la curación, y viendo que todo está mejor con su pie, seguimos por los valles a Seclantas, pasando por la ruta de los artesanos hacia el parque nacional Los Cardones vía ruta 42. Este camino de aproximadamente 30 kilómetros, aunque no parezca mucho en teoría, podría ser quizás la parte que se me ha hecho más larga durante el tiempo que llevamos viajando. El estado abandonado del camino, el escaso o nulo tráfico que tiene, o quizás simplemente mi anhelo de llegar rápido a Salta, hicieron que estos pocos kilómetros pasaran más lentos en mi cabeza. Claramente, esto no es eterno y llegamos nuevamente al asfalto, a la intersección con la ruta 33 en la Recta del Tintin, la preferida para aquellos que van a Cachi desde Salta.
El estado de la ruta 42 – calaminas, arena y soledad, salvo por este par de ciclistas y un par de burros mirones por allí.
Ya sabemos que a muchos argentinos les gusta el mate, pero ¿será necesario este letrero para indicar donde consumirlo? – Parque Nacional Los Cardones.
Con el cambio de terreno, el viento se torna un poco más fuerte, por lo que nos refugiamos en una quebrada para dormir; descansamos lo que podemos porque el día que viene la cuesta del Obispo nos podría sorprender. Desde el camino que tomamos, esta cuesta es más suave, por lo que llegar a los 3457 metros de altura, toma solo tener un movimiento regular de las piernas y temple para batallar el viento que se forma en la pampa. Dicho y hecho, llegamos al tope de la cuesta un poco antes de las 13 hrs. La vista argumenta el esfuerzo, y con las cabezas sobre las nubes disfrutamos el momento para observar el valle del rio Escoipe.
Cuesta del Obispo, la cúspide de este capitulo, y un punto obligado para detenerse, inhalar y continuar maravillandose en el descenso.
Hace frio en la cumbre y creemos que al bajar podremos sentir un poco más de calor, pero nos equivocamos profundamente.
Mmm, parece que vamos a temperaturas más cálidas…
¡Me recag.. de frío!!! ¡Tenemos que salir de este microclima rápido!
Con hambre, decidimos seguir bajando hasta encontrar un lugar apto donde sentir menos frío. Conseguimos comer, pero no entrar en calor, y ya viendo que avanza el tiempo y no encontramos un lugar para acampar – la presencia de muchas curvas no da espacio para áreas planas, o cuando las hay existe una vivienda allí – tomamos el riesgo de seguir adelante y buscar un camping municipal en El Carril.
Un momento : ¿y por dónde se supone que podemos ir? – Bajando hacia El Carril.
Es lindo ver algo más que solo autos y camiones. Los arrieros dando ejemplo de rudeza a lo largo de zigzagueante rio Escoipe.
Ya con un poco de oscuridad, y luego de varias vueltas, llegamos al complejo municipal, donde un señor nos indica que el camping es gratis y que hay espacio. En seguida de conversar sobre las instalaciones, nos ofrece dormir en la pieza de trofeos, ya que él cree que podemos pasar frío. Muy agradecidos aceptamos la oferta, y nos disponemos a descansar.
La entrada a Salta no es compleja como nos habían descrito, solo que faltan indicaciones y no todas las calles tienen nombres, por lo que hay que poner atención, y por sobre todo tener buen sentido de orientación.
Ya llegados a la casa de nuestro anfitrión, Leandro, nos ponemos un poco más decentes para celebrar el cumpleaños de una huésped canadiense, y engullir un rico asado trasandino. Ya entrada la medianoche, la fiesta se prende, pero nosotros no, y con unas copas en el cuerpo, nos rendimos a los brazos de Morfeo.
Al día siguiente realizamos algunos trámites pendientes, como cambiar plata a los «arbolitos» de la plaza de armas. La voz de pueblo sabe: sale más a cuenta hacer cambio en la calle, que en casa de cambio.
La historia nunca podrá ser borrada. Haciendo referencia de una icónica imagen en la plaza 20 de febrero de Salta.
En la tarde volvimos a la casa y, debido a problemas personales de nuestro anfitrión, nos quedamos como dueños de casa durante un par de días.
Este tiempo nos da el descanso necesario para recuperarnos de un resfrío, preparar nuestro viaje por el Paso Jama a Chile, y como no, darnos el gusto que no podemos durante el viaje: de engullir los deliciosos platos que mi marido sabe hacer. Muy pronto, los recuerdos de estos platillos serán mucho más preciados bajo temperaturas altiplánicas.