Después de 4 meses en México el choque cultural fue inminente. Al pedalear las calles de San Diego, gracias a nuestro GPS humano, Sandra, nos vamos dando cuenta a grandes rasgos de las múltiples diferencias entre ambos países. Con la impresión inicial, pedaleamos desde la Frontera directo a la tienda REI (outdoor) en Chula Vista, para comprar dos colchonetas inflables nuevas. Ya era hora de hacer esto dado que las nuestras estaban sufriendo del «síndrome de la burbuja» por un tiempo ya y dormir en una colchoneta semi-inflada (para no hacer la burbuja aun más grande) es bastante incómodo. Satisfechos con la compra, nos dirigimos a la AAA (Asociación Americana de Automovilistas) donde Sandra, miembro de esta agrupación, nos consiguió gratis varios mapas de EEUU, específicamente de los Estados propuestos en nuestro plan de viaje. Finalmente nos despedimos de nuestra gentil amiga tijuanense en la puerta de la casa de nuestros anfitriones gringos. Allí nos quedamos 3 noches, lo suficiente para planificar nuestro viaje de las próximas semanas, comprar comida para sobrevivir un tiempo prudente sin ir a un supermercado y recibir una encomienda de neumáticos que compramos por Internet.
Los anfitriones nos ayudan lo suficiente, pero no nos sentimos cómodos y decidimos partir el 12 de septiembre, exactamente el día de mi cumpleaños número 31, porque como dice el dicho «mejor solo que mal acompañado», y especialmente en un día que podría ser de celebración. Desde que comenzamos a pedalear, estábamos acostumbrados a descubrir nuevos países y cambiar de a poco los hábitos dependiendo de la cultura de cada uno. Pero después de México, EE.UU. fue como entrar a otro mundo. Al principio, la diferencia de precios en abarrotes fue de hasta 4 veces más, incluso en tiendas de descuento. California tiene la reputación de ser muy cara y no es webeo: pareciera que todo el mundo quiere vivir ahí, a pesar de la sequía que afecta al Estado. Lo otro que nos llamo la atención fueron las reglas de lo «políticamente correcto»: tuvimos que acostumbrarnos a la forma de hablar de muchas personas con quienes es difícil entablar una conversación sincera, como la prohibición de ciertos chistes y palabras que podrían dañar la sensibilidad de algunos :/
Otro gran detalle, que cualquier otra persona del mundo enfrenta al llegar a Estados Unidos, es el uso del Sistema Imperial, donde las unidades de medidas no tienen ninguna relación entre si. Con las distancias usan millas, yardas, pies y pulgadas; para peso: onzas y libras; temperatura Fahrenheit y para volumen tantas unidades que no vale la pena aprender si estas de pasada. Se pasa mucho tiempo haciendo aritmética y es agotador.
Pero no todo es malo. El otro gran cambio fue la disminución, en general, del ruido ambiental (¡no más rancheras sonando a todo dar desde un auto!) y el respeto por el espacio personal en lugares públicos, que se agradece porque en un par de horas en el país del norte somos menos observados por miradas curiosas; situación que molesta por sobre todo a Sylvain, cansado de ser tildado como gringo en tierras latinas. Ya no más.
Siendo sinceros, pedalear dentro de las ciudades es sencillo y seguro comparado con países previos. El enfoque para ciclistas urbanos esta claro y las estructuras así lo permiten: ciclovias omnipresentes o al menos letreros que indican preferencia a aquellos que pedalean. Los conductores respetan las leyes del trafico y no hay necesidad de batallar con ellos, sea adentro o fuera de la ciudad. Ejemplo claro de esto es que existen varias rutas ciclísticas en todo EE.UU., como así lo indica el Adventure Cycling Association. Una de ellas es la Sierra Cascades Bicycle Route (ruta que va por la Sierra de California, Oregon y Washington), que planeamos realizar por un par de días después de salir de San Diego. Sobre esto me referiré en algunos de los siguientes párrafos.
Salir de San Diego fue un reto. La conurbación es gigante y la probabilidad de salir del área urbana el primer día es baja, incluso siguiendo la ciclovia que va por el río San Diego. Al medio día nos rendimos y tomamos en trolley (tren ligero) en la estación de Mission Valley Center hasta la estación El Cajón para tomar la ruta 18 y luego la 79, alcanzando la 80 hasta la 51, donde empezamos a circular en la Sierra Cascades Bicycle Route. En teoría esta ruta evita caminos principales y se adentra en zonas silvestres o rurales. Las mapas detallados de esta ruta se pueden comprar, pero son caros [US$15 cada uno] y de tramos cortos [cada mapa abarca alrededor de 800 km. y no la ruta completa]. Nosotros optamos por descargar gratis un archivo kmz de Google Earth y seguir la ruta desde el smartphone. Vimos los mapas y creemos que muchos pagan porque no tienen la experiencia de cicloviajes previos. No creo que es mala idea para los amateurs en esto, pero me parece un robo 15 dólares por un mapa que ni siquiera abarca la ruta completa.
Pedalear por parte de la Sierra Cascades fue agradable. Al sur de California la ruta pasa por algunas áreas llamadas National Forests, como Cleveland y San Bernardino. El camino no siempre es sencillo, pero el esfuerzo vale la pena para pasar varios días rodeados de bosque de coníferas y paisajes de chaparral. El camping furtivo (stealth camping) es prohibido en estas áreas, a menos que se indique lo contrario, pero no cambiamos nuestros hábitos tan fácilmente.
En Warner Springs pasamos al Community Center a pedir agua, ya que en las gasolineras no hay agua gratis (tampoco aire para inflar) porque se tiene que comprar [para ser mas exactos US$1.50 por carga, que no tengo idea cuantos litros o galones serán]. Para nuestra sorpresa, es en este espacio comunitario donde cientos de viajeros cada año pasan a descansar o abastecerse dentro del famoso Pacific Crest Trail (yo me enteré de este circuito por la película “Wild”), por lo que conseguir agua, Wi-Fi y un espacio para acampar es común para los trabajadores de ahí. La amable mujer que nos atendió también nos regalo beef jerky, comida parecida al charqui.
Otro punto bueno para Estados Unidos es que el agua de la llave en general es potable. Aunque, como indique en el párrafo anterior, el acceso es lo complicado. Sin gasolineras, no hay muchos lugares donde conseguir agua gratis, especialmente en California donde llevan años con sequía. Claramente siempre es posible pedir agua algún buen samaritano que se encuentre regando su jardín, aunque el sabor del agua de la manguera no es igual. Afortunadamente, al pasar los días nos vamos dando cuenta que varias Oficinas Postales (los gringos son grandes usuarios de este sistema, ya que es eficaz y confiable) poseen un grifo al frente o detrás. Esto nos ahorra muchas peticiones innecesarias.
Seguimos nuestro viaje pedaleando por praderas y cerritos. Entre Aguanga y un poco mas allá de Anza, tomamos la ruta 371. Aquí empieza un denso trafico y, aunque no hay berma, se nota la paciencia de los conductores ya que ellos saben que tenemos preferencia por estar en Ruta Ciclística. Es un hecho, en EE.UU. la gasolina es barata [2,5 US$ por galón, o algo así como 430 pesos chilenos por litro] e incluso las autopistas (freeways) no hay peajes. Esto hace que durante los fines de semanas, por los caminos en áreas protegidas o de recreación, se llenen de vehículos con trailers e incluso RVs, equipados completamente para vivir en ellos y grandes como buses, realmente impresionantes de ver. Pero no solo todo el mundo conduce a todos lados, también quieren vivir en todos lados: muchos personas prefieren un ambiente más «natural» y construyen sus casas en plenas áreas silvestres como los National Forest. Después de todo si la bencina es barata, ir a la ciudad a trabajar o estudiar no debería ser gran diferencia.
Empezamos a ver por esta zona ademas muchos ranchos y una reserva indígena (Cahuilla), que por supuesto posee su Casino: como hay soberanía tribal se permite el juego adentro de las reservas, que en la mayoría del país es ilegal.
La noche llega y debemos descansar. Una oportunidad se presenta, observamos el colapso de un cerco al lado del Casino y se ve como la única opción a esa hora para encontrar un terreno para acampar, a pesar de que el acceso es inclinado. Debido a esto, más el apuro de no ser vistos por muchos conductores, Sylvain se apresura y ¡crack! se lastima la espalda. Este dolor persiste por varios días, pero nada que él dice no poder soportar.
El pedaleo continua por las rutas 74 y 243 para llegar a Idyllwild el 16 de septiembre, donde sufrimos un encuentro muy particular. Una mujer en su auto nos habla y insiste en saber donde pasaremos la noche, con incredulidad saludo y me alejo. Sylvain tiene un buen presentimiento y me insiste que nos tomemos un tiempo para conversar con ella. La mujer lleva el nombre de Nancy, y ha viajado durante años arriba de una embarcación con su marido, Ethan, y su hija, Zada, aunque por el momento están asentandos en este pueblo montañoso para trabajar y ahorrar. Esta singular familia viajera no solo nos dio alojamiento, también comida y grandes conversaciones en torno a la idiosincrasia americana que muchas veces le chocaba a nuestra anfitriona, sobre todo después de vivir muchos años afuera. Es extraño escribir esto, pero creo que por primera vez en EE.UU. nos sentimos a gusto y todo gracias a seguir el instinto de bondad que Sylvain percibió en esta familia.
Partimos el 18 de septiembre y el dolor de espalda aun acompaña a Sylvain. Este día pasamos por la conurbación de Banning-Beaumont-Yucaipa, que consta principalmente de grandes extensiones de suburbios con banderitas y letreros de apoyo a los candidatos a Presidente. A final de este jornada maratónica (Más o menos de 100km) logramos salir de la zona urbana entrando a la ruta 38 y nuevamente entrar al San Bernardino National Forest.
El viaje se vuelve agradable a la vista, con bosques y menos viviendas. Desde la ciudad de Big Bear Lake salimos del Sierra Cascades para adentrarnos a las áreas desérticas del Este de Los Angeles: en un par de horas pasamos de bosques de coníferas a serpenteantes dunas.
Exactamente el 21 de septiembre empezamos a adentrarnos al desierto de Mojave con destino a Apple Valley, donde conseguimos alojamiento por medio de Warmshowers. La mujer que nos hospeda resulta ser un dolor de cabeza, por dos cosas puntuales y que creo son fundamentales para ser un buen anfitrión: confianza y empatía. Primero, no nos deja quedarnos solos en casa: si ella sale, nosotros también debemos. Nunca nos dio la explicación para esto, y nos choco realmente porque, como anfitriones siempre prestamos un par de llaves a todas las personas que alojamos y más o menos algo parecido fue la dinámica en todas las casas que hemos estado. Esta bien que gente te hospede y sea desconfiada, pero es algo que se debe explicar al principio y no ser descubierto minutos antes de sentarse a almorzar: «tenemos que irnos» es algo que no quiero volver a escuchar segundos antes de engullir un delicioso Pollo al Curry, ¡no, señor!, ni menos cuando afuera hay una tormenta de arena para visitar un refugio de animales y ver gente rezar por las almas de perros y gatos. Con respecto a la empatia, en los días que estuvimos ahí nunca realmente conversamos, porque ella solo procedió a hacer monólogos interminables acerca de su perro (al cual trataba como un niño). Es muy extraño que alguien no te haga ninguna pregunta cuando vienes de tan lejos ¿en serio tan poco interés de conocernos?
Partimos aliviados de salir de esta casa grande pero tristemente habitada con destino a Arizona. Después de varios días de reflexión, concluimos que EE.UU. nos parece muy caro para usar los tres meses de Visa viajando hasta Utah y Colorado, así que sólo viajaremos por los Estados del extremo Suroeste. El plan fue salir de California para mas tarde viajar por los bosques altos de Arizona, pero antes debemos cruzar una amplia zona desértica por medio de la ruta 66. Afortunadamente nuestra entrada al desierto coincide con el fin del periodo de tormentas: que forman las temidas Flash Floods, que consisten en inundaciones rápidas y devastadoras en zonas planas y sin vegetación. Como algo parecido a lo que paso en la Región Atacama en 2015, pero más común.
Saliendo de Apple Valley entramos a la histórica ruta 66, carretera que con casi 100 años cruza de California a Illinois, y la hace el destino predilecto de motoqueros (estilo «Born to be Wild») y de cuanto viajero a base de petróleo se le antoje. Es famosa no solo por su extensión, sino porque es una ruta de bajo tráfico (perfecta para ciclistas) y, por lo menos lo que nosotros vimos, con pueblos que conservan el estilo del Lejano Oeste, así que olviden de encontrar grandes supermercados por estos lados. No solo encontrar comida a bajo costo fue difícil, también agua potable. El paisaje se vuelve tedioso a veces aunque viendo el lado amable, acampar es sencillo, ya que no hay cercos y muy pocas zonas habitadas en el desierto.
Otra realidad: la ruta 66 en California esta super cerca de la linea del tren, casi paralela hasta Needles . Y ademas tiene un alto trafico, día y noche, con vagones pesados que forman una extensión de casi 1 kilómetro de largo. De cierta forma esto esta bien, podría significar ver menos camiones por los caminos, pero lo que molesta es que cuando el tren pasa cerca de una intersección o pueblo TIENE que tocar la bocina o claxon por varios minutos. Esta bien que haya seguridad, pero si existe una barrera con semáforo o un pueblo vacío ¿por que lo hacen? Cometimos el error de acampar muy cerca de la linea del tren la primera noche en esta famosa ruta. Pero aprendimos la lección rápido.
Además de la distancia con la via férrea, hay que poner ojo a no estar muy cerca de zonas habitadas por el hobby de disparar que tienen muchos. A pesar de que hay muchos Shooting Range (campo de tiro) varias personas prefieren ir al aire libre por ser gratis. Ethan en Idyllwild nos había mencionado esto sobre ciertas zonas de Arizona pero no lo compramos hasta que escuchamos los tiros a lo lejos durante el atardecer. ¡Olviden la cerveza para el relajo después de un largo día!, disparar un arma parece ser lo más eficiente en estas tierras. La parte divertida comienza cuando te empiezas a quedar corto de agua: ¿como mierda me acerco a una casa rodeada de cercos y letreros del estilo «No Traspasar, propiedad privada» o «Cualquier transgresor será disparado»? Es hilarante pensar que solo por pasar una propiedad de forma pacifica una persona tiene el derecho legal de disparar y matar. Sobre esto, vivimos una situación estresante con un hombre que nos amenazo con dispararnos por pasar su terreno, aunque no había ninguna advertencia explicita; le pedimos agua y nos negó porque se enfureció. Dijo que teníamos que comprar, porque estaba cansado que viajáramos sin plata (si, llego al punto de hacer absurdas conclusiones). Cuando ya nos íbamos, dijo que tenia un pozo y que podíamos beber esa agua. ¿Tanto costaba eso? Aceptamos, colectamos el preciado liquido y partimos. Cuesta creer que mucha gente se niega a esto, pero hay casos retardados en todos lados.
A los pocos días llegamos a Needles, última ciudad que visitamos en California. Luego de abastecernos en la gloriosa tienda de 99 Centavos seguimos al valle de Mohave, formado por el rio Colorado, y que define nuestra entrada a Arizona. Este valle es amplio y eso se nota en la intensidad del viento, que nos hace batallar por la tarde hasta encontrar un lugar para acampar. El área dice ser parte del Bureau of Land Management (Oficina de Gestión territorial) que administra a nivel nacional las áreas publicas, en su mayoría usadas para recreación, por lo tanto, acampar no constituye quebrar ninguna ley sino un beneficio que entrega el Estado. Esta fue la ultima vez que pedaleamos por un área totalmente «abierta» (con la gran excepción de Gila National Forest en Nuevo México) y nuestro ultima acampada fácil.
A la mañana siguiente volvemos a la Ruta 66 pasando por el pueblo de Oatman, pintoresco por sus burros vagos y su estética sacada de la Fiebre del Oro. Después de un par de kilómetros llegamos hasta el paso Sitgreaves (1080 m.s.n.m. ¡Meh!) y comenzamos a ver una gran planicie que nos indica nuestro próximo destino: Kingman, Arizona. Al acercarnos allí lo que más esperamos es tener mejor suerte esta vez con nuestra anfitriona. Elizabeth resulta ser amante de los animales, pero no loca por ellos y con la confianza para dejarnos solos en su casa, a pesar de que ella salio de la ciudad por un par de días.
- Luego de un gran descanso, el 3 de octubre seguimos nuestro camino por la ruta 66, nuevamente con la vía férrea paralela durante 3 días más. Después del pueblo de Ashfork, la 66 se fusiona con la ruta 40 que es autopista. A medida que nos fuimos acercando a Flagstaff y ganando altura, el panorama se vuelve mas boscoso, ayudandonos con el camuflaje al acampar, pero siempre con mucho cuidado por posibles personas trigger Happy que anden alrededor.
En las afueras de Flagstaff viramos de ruta a la numero 89, que nos lleva a un entorno de rocas rojas moldeadas por el tiempo, toda esta belleza dentro del Coconino National Forest.
Al descenso hacia Sedona se le suma el calor. No obstante el sudor no durará demasiado pues cerca de Cornville nos espera ducha en casa de Geni y Pete, jovial pareja de septuagenarios ciclistas. Al llegar nos recibieron con una salida a su cervecería preferida y luego una deliciosa cena cocinada por Pete. Aunque Geni nos indica que tiene problemas para oír, no tuvimos inconvenientes en compartir pensamientos sobre la tensa situación política del momento con ellos, abiertos partidarios de Clinton. Rechazamos la estadía por mas de dos noches, no por antipatía, sino porque sentimos que nos estaban mimando mucho (Por ejemplo: Pete, el chef, no dejo cocinar a Sylvain) y continuamos a Phoenix por una atareada ruta 17. A estas alturas, el dolor de espalda de Sylvain comienza a disipar, pero en tanto terminó comenzó con un dolor de muela. Lo que sea que fuera, tendría que esperar hasta México a solucionarlo, ya que viajamos sin seguro y no pensamos en vender un riñon para costear tratamiento.
Aquí un dato curioso: en poco mas de un día y medio juntamos decenas de monedas (principalmente de un centavo) tiradas en la berma, que se fueron sumando a otras. Creemos que muchas son desechadas a propósito, porque después de todo no valen tanto para los estadounidenses si es que todo vale más de un dólar en el mercado. Ya llegados a Phoenix colectamos casi 10 dolares en dos días de viaje ¿Quién dijo que el sueño americano no existía? ^^
2 Comentarios
Nancy
Lovely post and beautiful photos.
We think of you often and are so happy our paths crossed.
Happy New Year.
Love to you always,
Nancy, Ethan & Zada
Luz Ayala
Very glad you liked them, Nancy! 😀