En Metepec, Estado de México, nos recibe Guillermo y Janelle (él mexicano, ella estadounidense) junto con sus dos hijos pequeños. Luego de un par de días disfrutando de la compañía y de estar nuevamente bajo un techo decidimos ir a la capital para hacer un poco de turismo más convencional. Abusando de la confianza que nos entregan nuestros anfitriones, les dejamos nuestras pertenencias y partimos al DF en bus por un par de días. La idea de pedalear hacia y dentro de esta megaciudad nos asusta un poquito. Aunque un miedo poco fundado quizás.
El la capital nos recibe Mónica, mexicana a quien hospede por Couchsurfing en Concepción allá por febrero del 2013, ahora es momento de pedir el favor de vuelta. La buena onda del reencuentro es inmediata y a pesar de que debe viajar a Puebla nos deja su departamento para estar un par de días. Aprovechamos este tiempo para recorrer algunos puntos míticos dentro de la capital: los murales de la UNAM, el Zócalo, los murales del Palacio Nacional y, obviamente, las ruinas de Teotihuacán. Con esta última visita nuestra estadía en el DF llega a su fin y retornamos a Metepec.
Partimos el 19 de junio a Morelia para luego seguir a Guadalajara. Sabiendo de la cantidad de gente que vive en esta parte de México pensábamos que no podría ser tan sublime de observar como otras áreas menos pobladas, pero nos llevamos varias sorpresas: los caminos bordean varios bosques de pinos, cerros y lagos. Tuvimos mucha suerte con el tiempo, en todo el trayecto solo 2 o 3 tormentas pero suficientemente tarde para nosotros, así que alcanzamos a poner las carpa antes de la lluvia en todas las ocasiones. Encontrar un lugar para acampar no siempre fue fácil, pero siempre encontramos aunque sea un rinconcito escondido para instalarnos.
Además de los paisajes otra sorpresa nos llegó, pero con forma humana. Al pedalear por la calle principal de Ciudad Hidalgo, Estado de Michoacán, cuando un automovilista nos busca conversación. Luego de mis dudas iniciales (lo usual con gente desconocida), Sylvain me convence con un gesto de darle una oportunidad al hombre. Resulto ser un motociclista con mucha experiencia hospedando viajeros. Jaime es su nombre y su generosidad no tiene limites: nos alimenta, nos invita a su cumpleaños, nos presenta a su grupo motoquero “Profanadores del asfalto” y nos deja dormir en una habitación habilitada para huéspedes. Como reyes.
Con guatita y corazón llenos el 22 de junio seguimos a Morelia, por el camino de Mil Cumbres. A pesar del nombre el camino tiene un ascenso progresivo para luego bajar (casi en su totalidad) hasta la capital michoacana, y pasa a través de bosques que mezclan coníferas y otras variedades arbóreas. Una de mis partes favoritas, hasta ahora, en México.
En Morelia nos abre las puertas de su hogar Daniela, hermana de Mónica, y Ernesto, su pareja. Con ellos nos preparamos para mirar la final de la Copa América Centenario. Nuevamente Argentina y Chile se enfrentan. Nuevamente Chile gana.
Seguimos nuestro camino el día siguiente por la ruta 15, bordeando parte del lago Pátzcuaro. Camino tranquilo en general, con una nueva parada que nos espera: la Casa de Ciclista de Zamora, a cargo de Rosendo.
El viaje no para por mucho tiempo y el 30 de junio marchamos a Guadalajara, transitando por la ribera sur del lago Chapala. Lo bueno es que este tramo lo realizamos en solo 3 días, y digo bueno porque acampar fue bastante más complicado. Parece que todos quieren vivir cerca del lago y no me extraña.
Arribamos a tierras tapatías el sábado 2 de julio: primero en la Casa de Ciclistas y luego a la casa de Luciano, miembro de Warmshowers. En total estuvimos 11 días. Esto podría parecer demasiado, pero entre la búsqueda del eje motor para Sylvain, el arreglo de sus pantalones y la espera del resultado de mi PAP el tiempo paso volando. También aprovechamos de ver otra final futbolistica, pero esta vez de la Eurocopa 2016. Luciano nos agasajo con comida ese día en el restaurant donde trabaja, pero a pesar de la sabrosa pizza que compartimos la derrota de Francia como anfitrión deja un saborcito amargo, sobre todo para Sylvain.
Por fortuna, no todo en la vida es fútbol, y a los pocos días seguimos a Mazatlán, tomando la autopista 15 D. La decisión de tomar la vía rápida, en vez de la antigua carretera, me costaría caro en el ego: al salir de Guadalajara (primer día), vamos descendiendo por la berma de esta vía y me sorprende un bus que “succiona” el aire de mi costado, haciéndome perder el control de mi cleta (creo que muchos ciclistas saben a lo que me refiero). Caigo a toda velocidad en el asfalto. Dichosamente no salgo con mayores heridas que moretones y raspadas en ambas rodillas (aunque el dolor me duro varios días), y el temor de seguir compartiendo camino con vehículos que me podrían volver a hacer lo mismo. El dolor no se me hace tan intenso y tomo la decisión de seguir. Vale decir que me pase frenando en todo descenso cuando veía por mi espejo retrovisor un bus o camión.
En general la ruta 15 D, entre Guadalajara y Mazatlán, fue dificultosa para acampar y poco entretenida de realizar. No es de extrañar que al ser una carretera de alta velocidad que la mayoría de sus margenes se encuentren cercados. Doy un ejemplo claro en el poblado de Jala, donde no encontramos una respuesta positiva de los lugareños al preguntar sobre un lugar para refugiarnos. Como conclusión, nos dirigimos a las afueras de este pueblo y acampamos adentro de una casa abandonada al lado de la carretera, donde entrada la noche aparecieron dos cachorros vagos con quienes compartimos el techo.
Otro punto negro de este trayecto fue una fuerte tormenta que nos sorprende un poco antes de llegar a Tepic. Ni estar bajo un pasonivel nos salvo del aguacero y quedamos hasta con el espíritu mojado.
A la salida norte de Tepic comienza el descenso a la zona tropical de este lado de México, por la influencia del Golfo de California. El calor húmedo y los bichos se nos hacen insoportables, pero logramos pasar solo dos noches acampando en esta zona. El viento desde el norte tampoco nos facilito esta parte.
La contienda llega a su fin y el 19 de julio cerca de las 11 de la noche logramos llegar a casa de Israel, anfitrión por Couchsurfing, en Mazatlán. Este fue definitivamente uno de los días más intensos de nuestro viaje: tuvimos que cortar un alambre de púas que nos limitaba al camino más corto hacia su casa desde la autopista, lidiar con varios pinchazos en la oscuridad y alumbrar el camino con una mini linterna, la única a mano. Una jornada que no quedará dentro de los más gloriosas de nuestro viaje. Al día siguiente, ya descansados, comenzamos la planificación del viaje en ferry a La Paz, Baja California Sur.
Zarpamos el 22 de julio. El trayecto fue más o menos confortable, pero no barato: MX$1100 pasaje por persona, más MX$500 por las dos bicicletas. Para estándares mexicanos bastante caro, pero razonable.
Y con respecto al viaje en si:
1.- Como el ferry zarpa cerca de las 18 horas, el pasaje incluye una cena, pero la fila es eterna, así que esperamos hasta el último llamado para ir a comer (cenamos cerca de las 10 PM).
2.- Las bicicletas quedan en el primer nivel, que es un estacionamiento, y como hace mucho calor allí, aconsejo tomar todo lo que se necesita de una pasada antes de que el ferry zarpe.
3.- El aire acondicionado dentro de la zona de butacas (zona habilitada para dormir) es débil, y decidimos tomar las colchonetas y dormir en uno de los pasillos. Hay suficiente espacio por eso creo que nadie nos echo.
4.- El viaje dura aproximadamente 12 horas, pueden llevar agua y comida (las cuales cuestan un 30% más que en tierra firme), pero consúmanla con distancia de los guardias (el ferry tiene mucha alfombra adentro, por eso se prohíbe).
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