Al Sur del Mundo: de Lima a La Paz.

Sin novedad alguna en el vuelo desde Ciudad de México, llegamos a Lima el 9 de marzo del 2017. El cambio de hemisferio trae un amigo conocido, que esta vez no llega con mucho cariño: el verano, y no como al nivel que tenemos en el Chile central, sino un calor pegajoso desde el momento que salimos del avión. Tomará varios días de habituación después de pasar los últimos meses viajando en otoño e invierno de México y Estados Unidos. Luego de ensamblar las bicicletas, salimos pedaleando del aeropuerto a casa nuestra anfitriona, Rita, cerca de las 10 p.m., quien vive cerca del centro limeño. Afortunadamente, planeamos la ruta con ciclovías y la llegada a casa de nuestra anfitriona estuvo libre de sucesos lamentables. 

Como muchas capitales, Lima cuenta con un circuito de buenas ciclovias. Algunas, como la de la foto, en mejor estado que otras.

Con la escolta limeña, armada gracias a Rita (de amarillo), logramos salir rápidamente de la capital.

Ya en la Panamericana (1S) rumbo a Mala.

Con un par de días en la capital peruana, decidimos partir al sur hasta Nazca para subir a la Sierra Peruana. Y al parecer nos fuimos en el momento correcto, ya que alrededor del 15 de marzo: el fenómeno de El Niño costero  se empieza a extender a las zonas más cercanas de Lima, y a esta misma, manifestándose especialmente con huaicos y ocasionando masivos cortes de agua, especialmente en zonas densamente pobladas.

La intensidad de precipitaciones en la Sierra nos lleva a la decisión de subir a la Cordillera por Nazca (450 kilómetros más al sur de Lima) y no Pisco>Ayacucho o Lima>Huancayo, postergando por al menos una decena de días las lluvias serranas, ya que estas deberían terminar a finales del verano en esa región. A pesar de tener que pasar unos días extras pedaleando por la Panamericana y bajo el calor costero, ya sabíamos a lo que nos enfrentábamos: un camino monótono y ventoso, conocimiento basado de la experiencia por el mismo camino en el 2015. Pero con la ayuda de nuevos y antiguos anfitriones de Warmshowers el recorrido se hizo más pasable.

En chincha nos hospedo Johana (de polera gris) y su familia, por medio de Warmshowers.

El Niño se deja ver: cerca de Pisco, podemos ver que las quebradas y rios corren con más agua.

A unos kilómetros al sur de Ica, esta quebrada se salio del cauce y tuvimos que mojarnos los pies para pasar.

Desde Lima a Nazca pasamos 5 días pedaleando (sin contar las detenciones) pero solo una noche acampamos, en los cerros cerca de Palpa. Con el tiempo en total llegamos a Nazca el 24 de marzo, pero el cambio de estación no hace que El Niño se aleje, así que nos detenemos en esa ciudad por tres días a la espera que las lluvias pasen y partir hacia las añoradas tierras altas. Salimos el 29 de marzo con destino Abancay, capital del departamento de Apurímac, siguiendo la ruta 26A. Los primeros 100 kilómetros son los más difíciles, ya que en esa distancia se asciende de 520 hasta 4000 metros de altura, un ejercicio no practicado en mucho tiempo. La inclinación fue violenta, sobre todo con todo el tiempo que pasamos en el litoral y el peso extra de alforjas llenas de comida y agua para esta zona un tanto aislada. Tan sólo en Santiago de Vado (120 km. de Nazca, en el departamento de Ayacucho) hay comercio lo suficientemente grande para abaratar costos, pero recuerden: son 120 km en subida. Sorpresivamente, entrando a la Reserva Pampa Galeras-Bárbara D’Achille y pedaleando bajo lo que ya sería una tormenta, un hombre conduciendo una camioneta nos ofrece quedarnos en el refugio de la Reserva. Cuando buenos viajeros con presupuesto, la palabra mágica fue GRATIS para convencernos a usar su ofrecimiento. Nos quedamos dos noches ahí, aprovechando tener un techo para pasar la lluvia. Al parecer El Niño no quería volver del recreo.

A varios kilómetros al este de Nazca, por la Ruta 26A, y el camino comienza a serpentear hacia arriba.

Por el mismo camino, más arriba, el desierto parece quedar atrás y el verdor tiñe el paisaje.

Entrando a la Reserva se empiezan a ver decenas de vicuñas.

Sylvain revisando una de las bicicletas dentro de las instalaciones de la Reserva.

La Reserva Pampa Galeras es la principal zona de conservación de vicuñas en Perú, donde es símbolo patrio. En la foto, una cría rescatada que vivía en las instalaciones. Se esperaba que, después de su destete, podría ser integrada a vivir con sus pares de forma libre.

Las construcciones, un tanto abandonadas pero funcionales, de la Reserva nacional Pampa Galeras-Bárbara d’Achille, Perú.

Abra Condorcenca a 4390 m.s.n.m.

Después de pasar el Abra Condorcenca a 4390 m.s.n.m. en la ruta 26A para luego descender hasta Santiago de Vado para luego volver a subir más allá de Puquio y llegar a una zona alta que se mantiene por unos 100 kilómetros sobre 4000 metros de altura: no exactamente el mejor lugar para permanecer durante una tormenta. Favorablemente pasamos esta área sin problemas y cerca del límite con el Departamento de Apurímac encontrarnos con una nueva oportunidad de hospitalidad a 4234 m.s.n.m.: en el Tambo Huray Huma, una oficina del Ministerio Vivienda que entrega orientación a los pobladores rurales de la zona y, de vez en cuando, alojamiento a viajeros. En este recinto nos dejaron dormir bajo techo, usar la electricidad y agua de la llave: un alivio para el frío altitudinal y la tormenta serrana que nos acompañó. NOTA: Para saber el punto exacto de este lugar, revisen la aplicación llamada iOverlander.

Laguna de Yaurihuiri, Ayacucho, Ruta 26A.

Laguna Apiñacocha, Ayacucho, Ruta 26A.

Valle del Rio Huanca, al limite departamental entre Ayacucho y Apurímac.

Al frente del Tambo Huray Huma, con Jordan y Forest, viajeros estadounidenses y su medio de transporte.

Como cortina trasera del Tambo existe un abundante bofedal, hogar de llamas y flamencos.

Jornada siguiente continuamos hasta el Abra Huashuccasa (4300 m.s.n.m.) para bajar al extenso valle del rio de Pachachaca. El camino baja suavemente hasta los 1800 m.s.n.m. y con una perspectiva rodeada de verdor. Pero muchas veces lo bueno tiene su lado malo: llegamos a una altura favorable para los insectos, específicamente de hematófagos (tal vez del género Lutzomyia) que cómodamente vivían ahí, como también se alimentaban de nosotros.

Abra Huashuccasa deja al descubierto el valle del rio Pachachaca.

Rio Apurímac.

Próxima parada: Abancay. Para llegar ahí, tuvimos que subir unos 15 kilómetros entre un tráfico denso con el comportamiento vial urbano del Perú, es decir, ciclistas y peatones pierden preferencia: si el motor suena tienes el camino abierto a pasar y con el bonus track de deleitar el resto con una sinfonía de bocinas *Sarcasmo*. La ciudad en sí no es de las más bellas que hemos visitado y francamente muy decepcionante para una capital de departamento, pero estar en medio de tantos cerros entrega cierto encanto, además de un clima más agradable. Aprovechando esto hicimos una inversión y pagamos un hostal por dos noches allí, lavamos ropas y nos zarpamos un patache: pollo spiedo con papas fritas. Otro punto bueno, es que el tiempo comenzó a tornarse más de acuerdo a la estación, esto es, con menos lluvias. 

Abancay desde arriba. Ruta 3S.

Cuyilandia.

Cusco no es lejano a Abancay, menos de 200 kilómetros de hecho con la ruta 3S, sin embargo hay dos subidas que cruzar: la primera es mayor (Abra Sorllaca a 4000 m.s.n.m.) y desciende hasta el Rio Apurímac, para volver a escalar hasta 3715 m.s.n.m. (Abra Huillque). Aun con esta dificultad, logramos hacer este trayecto en tres días, pero, siendo justos, el camino está en buen estado y con bermas de tamaño regular para circular sin tener que competir por espacio. La entrada a Cusco fue otra cosa, calles en pésimo estado y atiborradas de buses parando en cada esquina, así como una cantidad de perros vagos altísima, en su mayoría muy agresivos. Además, entre ambas ciudades, es difícil de acampar, ya que la población rural es grande y encontrar un punto discreto para descansar es raro, pero no inadmisible. 

Llegamos a la turística ciudad de Cusco (3400 m.s.n.m.) sin ánimos de visitarla, salvo descansar, comer, lavar ropa y arreglar las bicis, lo usual. Nada de Machu Picchu ni ninguna ruina, de ninguna forma íbamos gastar tanta plata para visitar un lugar lleno de gente. La gran excepción fue Teotihuacán en México, pero el precio entre ambos lugares no se compara. Además no nos sentimos cómodos con nuestra anfitriona Couchsurfing en Cusco, así que no quisimos extender más nuestra estadía.

Primera vista desde Cusco.

El 16 de abril nos fuimos de la otrora capital Incaica con orientación a Bolivia por la ruta 3S hasta Pucará, departamento de Puno. Para entrar a este país teníamos tres opciones, todas aledañas al Lago: Tilalí en el norte, Copacabana en el medio y Desaguadero en el sur de la ribera. Estos dos últimos son los que tienen mayor tráfico, debido a que el camino está en un estado superior y por tener puntos turísticos marcados, como las ruinas de Tiwanaku (Bolivia) y las islas flotantes de los Uros (Perú). Por ello, elegimos el camino del norte. Este (de acuerdo a la experiencia de Sylvain) es menos concurrido y como ya lo habíamos hecho en el 2015 ¿por qué no repetirlo?, sobre todo ahora que instalaron una oficina de migración en Tilalí, operando desde febrero del 2017, haciendo el trámite de salida mucho más sencillo. Antes, había que ir hasta Puno a conseguir el sello de ingreso o salida de Perú.  

Saliendo de Cusco vemos esta Iglesia atiborrada de fieles. Habiamos olvidado que ese domingo era de Resurección.

El itinerario por la ruta 3S desde Cusco es un ascenso progresivo de 160 kilómetros hasta el límite departamental, en un paso llamado Abra La Raya (4312 m.s.n.m.). A lo largo del camino los paisajes son hermosos pero persiste como muchas veces el inconveniente a la hora de encontrar un lugar para acampar, sobre todo en el ascenso.

Por un rincón de un poblado cusqueño, identifico un grafitti que dice «titiribici». ¿Será el mismo  que hospedamos en Chile?

Ch’iyar Jaqhi nevado.

Ultimo paso en Perú, entre Cusco y Puno. (No comentaré ningún chiste por el nombre para no ser tan obvia con mis compatriotas).

Escaleras terrenales al cielo.

Luego del Paso, nos mantuvimos cerca de los 4000 m.s.n.m., lo usual para el altiplano. Para nosotros era obvio que había que encontrar un camino alternativo para llegar a Tilali que no signifique pasar por Juliaca y luego a Huancané. Juliaca no es exactamente encantadora y, puntualmente, la urbe carece de empatía para tránsito no motorizado. Además el camino a Huancané carece de berma y está llena de minibuses a alta velocidad. Con estos antecedentes recopilados del 2015, a unos 45 km al norte de Juliaca, por la ruta 34B tomamos un atajo con varios caminos de ripio, cruzamos un puente peatonal y navegando, gracias a la aplicación MAPS.ME, llegamos a la ruta 34 H y luego a la 34I, ambas bordeando el Lago Titicaca. Para ser un atajo improvisado nos fue bastante bien: al final de la jornada logramos llegar a una plantación de eucaliptos y descansar bien. La misión del día siguiente fue pasar el control de migración en Tilali y acampar en el mismo lugar de septiembre del 2015, a metros de la frontera con Bolivia, lo cual fue terminado con éxito.

Aunque no teníamos muy claro de este atajo por caminos de ripios logramos sortear el primer obstáculo…

…y ya con el Lago Titicaca a la vista, y probablemente varias horas ahorradas, damos por exitosa la misión.

La pedaleada desde Huancané a La Paz no hubo mayores sorpresas: el inclinado camino de ripio seguía en la frontera de ambos países, así como la oficina de migración en Puerto Acosta, Bolivia, a la que llegamos el 22 de abril. Luego de que nos alejamos del camino aledaño al lago el pedaleo se volvió más anecdótico: desde Achacachi hasta La Paz surgieron varios arreglos viales y el tráfico se puso muy denso por lo mismo, así como la autopista que une El Alto con La Paz estaba bajo construcción, dejándonos sin berma, sumándole la lluvia que nos acompañó hasta la Casa de Ciclista, donde arribamos el 24 de abril. Pero sabiendo que hay un lugar donde refugiarnos todo esto no pareció tan malo. Volver a tomar una ducha caliente y comer una comida sabrosa recompensa muchos aspectos, así como la espectacular vista de la Cordillera Real, la corona que adorna esta encantadora ciudad.

«Jamás mujeres al poder» 🙁

Bordeando el lago para ir a Bolivia.

Monolito que distingue la frontera peruana-boliviana al norte del Titicaca.

Al entrar a Bolivia comienza el camino de ripio que dura unos 7 kilómetros hasta Puerto Acosta, donde se encuentra la oficina de Migración.

Cerca de Puerto Acosta hay que cruzar un arroyo, muchas veces el camino parece que es imposible pero si se puede hacer.

Llegando a Puerto Acosta, primer poblado de Bolivia en esta trayectoria.

¡Hasta pronto, Titicaca!

Con harto trabajo, logramos acampar en un área aledaña al lago por el lado boliviano. Esta parte tiene varios parches de eucaliptos que sirven para camuflarse. En este tuvimos que empujar colina arriba para alcanzar el escondite.

Cerca de Achacachi, Bolivia, comenzamos a ver más clara la Cordillera Real.

También observamos muchas botellas de alcohol puro tiradas por el camino. Sospechamos que es bebido, ya que fuimos testigos de esta práctica.

La entrada a El Alto se encuentra bajo construcción, añadiendo más desorden a esta ciudad. Sin embargo, nada nos detiene: estamos muy cerca de La Paz.

 


De Arequipa a la capital, Lima.

Como es de esperable el camino desde Arequipa hacia el mar va en descenso, en su mayoría. La parte que va de ruta 30A hasta el cruce con la Panamericana (ruta 1S) es escarpado y nos topamos con varios ciclistas que aprovechan el sitio para entrenar. Hay bastante trafico de buses, pero la berma, aunque estrecha, permite una circulación fluida.

Saliendo de Arequipa por la ruta 30A.

Saliendo de Arequipa por la ruta 30A.

En la Panamericana.

Primeras vistas de la Panamericana.

Unos cuantos kilómetros antes de Camaná las nubes se presentan hasta formar una densa neblina en la tarde que nos obliga a protegernos del agua que se deja caer. La niebla es tan densa que no se ve el camino a 40 metros. A la mañana siguiente el panorama sigue igual hasta que descendemos a la costa, donde el cielo se despeja bastante.

La neblina costera se aproxima.

La neblina costera se aproxima.

Y con esa neblina un poco se vegetacion silvestre se aprecia entre las dunas.

Y con esa neblina un poco de vegetación silvestre se aprecia entre las dunas.

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La niebla mañanera.

Entrando a la panamericana y la sensación de incertidumbre se nota, a pesar de que tomamos la decisión de viajar por acá con bastante cautela y conocimiento. Entonces ¿por qué seguimos pensando con duda sobre esta opción? Tomamos el camino mas transitado del Perú a cambio de estabilidad climática (en la medida de la posible) que entrega el estar al lado del mar, dejando de lado los bellos paisajes de la Sierra Peruana, de los cuales casi todos los ciclistas que hemos conocido nos habían contado, sin dejar de lado el hecho que estos caminos son muy difíciles. Pero en fin, a veces es necesario avanzar con vistas repetidas pero con un poco de seguridad (repito, en la medida de lo posible), a tener quizás la posibilidad de apreciar bellos paisajes tapados por nubes y/o lluvias, que oscurecen todo, incluso el espíritu del cicloturista mas aguerrido.

"Hola! Soy el asfalto de la Panamericana. Te daré estabilidad en tus movimientos, pero no te aseguro que estaré limpia" Con este clavito nos recibe Camaná, primera ciudad en nuestro trayecto costero.

«Hola! Soy el asfalto de la Panamericana. Te daré estabilidad en tus movimientos, pero no te aseguro que estaré limpia».  Con este clavito nos recibe Camaná, primera ciudad en nuestro trayecto costero.

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A las afueras de Camaná comenzamos a ver las ventajas de la mezcla del cálido y más estable clima que entrega el mar, y los ríos que cruzan el camino.

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En el camino desde Camaná a Lima, este tipo de vista se repite varias veces: entre sustratos arenosos y rocoso, un río se abre paso formando una quebrada donde el verde predomina.

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Y de nuevo…

Nuevamente...

Y de nuevo…

La decisión sigue en pie y solo nos queda avanzar hacia el norte con el mar a nuestro lado, aguantando los incesantes bocinazos de vehículos que insisten en meter ruido, cuando hay suficiente espacio para todos. En realidad nunca supimos si los bocinazos eran para saludar o para avisar que nos moviéramos. Sin embargo, esta acción sencilla pero molesta se vuelve muy común en la panamericana, así como en muchas ciudades que hemos visitado en Perú. Camiones, autos y buses lo hacen. Parece que en vez de disminuir la velocidad, los chóferes prefieren tocar la bocina. Y en la ciudad, incluso la usan para llamar tu atención por si necesitas un taxi o lo que sea. Definitivamente, algo que no extrañare cuando me vaya del país.

Y fuera de la monotomia, podemos ver a una familia de delfines.

Y fuera de la monotonía, podemos ver las aletas dorsales de una familia de delfines.

El infaltable faro.

¿Que sería de un viaje por la costa sin ver un faro?.

Después de un par de días descansando en Chala, seguimos el rumbo y conocimos cerca del sur de Nazca a Jamie, un viajero escoces que se traslada corriendo desde Canadá con destino a Buenos Aires. Luego de hablar por varios minutos nos despedimos. Conocerlo rompió la ansiedad que hace días me aquejaba -incluso llegue a pensar en volver a Chile- y me entrega motivación para seguir.

Praderas verdes, un microclima en el norte de Chala.

Praderas verdes, un microclima en el norte de Chala.

Con Jamie, el "Forrest Gump" escoces.

Con Jamie, el «Forrest Gump» escoces.

Arenamiento total: otro proceso muy tipico de viajar por la Panamericana peruana.

Arenamiento total: otro proceso típico de viajar por la Panamericana peruana.

En la foto no se nota, pero ese auto que esta en la pista es parte de una carrera de autos que presenciamos antes de Nazca. Si! Una carrera de autos autorizada en plena Panamericana.

En la foto no se nota, pero ese auto que esta en la pista es parte de una carrera de autos que presenciamos antes de Nazca. Si! Una carrera de autos autorizada en plena Panamericana!

En Nazca nos detenemos por un día para dejar descansar mi sistema digestivo. Los casos de diarrea para ambos se hacen cada vez mas comunes en Perú, pero nada que un buen reposo y una dieta vigilada no puedan resolver. Días después en Lima me dare cuenta que esto no es suficiente…

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A falta de viaje en avioneta, buena es la foto con el letrero.

Y asi, piolita al norte de las lineas de Nazca, se pueden ver Geoglifos de Palpa. Definitivamente, Peru es el pais para estudiar arqueologia.

Y asi, piolita al norte de las lineas de Nazca, se pueden ver los Geoglifos de Palpa. Definitivamente, Perú es el país para estudiar arqueología.

Afiches de Corridas de Toros. Me entero de esta forma que acá es legal la tauromaquia.

Como en otros paises de Latinoamérica, la tauromaquia también se permite en Perú.

Los rumores son ciertos. Michelin y yo hicimos la misma dieta.

Parece que Michelin hizo la misma dieta que yo.

Los dias avanzan y nosotros también, y el 21 de octubre llegamos a Ica, capital del departamento con el mismo nombre. Su clima es seco y cálido, haciéndolo propicio para el cultivo de la vid, y es en las cercanías de esta ciudad donde se fabrican los mejores piscos de Perú, según los locales.

Es también en Ica donde nos recibe Berly, quien nos hospeda durante 3 noches en su casa en el distrito de Parcona, en una zona residencial tranquila y alejada del trafico, es decir, sin bocinazos constantes. Uff!

Con Berly en Ica.

Con Berly en Ica.

Después de este descanso seguimos por la panamericana camino a Lima. Debo destacar que el tramo entre Ica y Lima es muy poblado y con muchos cultivos, por lo que acampar se hace bastante difícil. Pero la alta presencia de plantaciones tiene un punto de vista muy bueno: los precios de las frutas de la zona son bajos, sobre todo de los plátanos y pepinos dulces (pepinillos les dicen acá). Estos últimos son difíciles de encontrar en mi ciudad, así que aprovecho varias oportunidades para comerlos.

Como decía antes, encontrar un lugar para acampar es TAN difícil que el día antes de llegar a Mala no nos queda otra que instalarnos al lado de una antena de celular, cuya alarma se activo a las 3 AM, muy probablemente por los jotes que se posaban sobre ella.

Con el descanso interrumpido, partimos bien temprano la mañana siguiente a Mala. Hacemos el esfuerzo de pedalear 80 km ese día para evitar volver a acampar en tan malas condiciones, y esperando que nuestra anfitriona, Lula, no se moleste porque llegaremos un día antes a su casa. Resulta que ella nos recibe sin ningún problema, y pasamos 4 noches en su alojamiento. Si, leyeron bien. Lula da hospedaje gratis por medio de Warmshowers a ciclistas, pero su negocio es un alojamiento. Es por ello que quiero destacar lo solidaria que es Lula con los cicloturistas. Nos trato como reyes, hasta nos prepara unos piscos sour que le hacen justicia al origen de este destilado.

Con Lula en Mala.

Con Lula en Mala.

Para nuestra sorpresa, también ella nos consigue un alojamiento al sur de Lima, con unos hermanos ciclistas llamados Roxi y Eduardo Vasquez en Surco, quienes el 30 de octubre nos reciben con los brazos abiertos y con deliciosas comidas, así como interesantes conversaciones en torno al tema ciclístico.

Roxi trabaja para la municipalidad de Lima con la organización CICLOLIMA, que abre espacios para el transporte no motorizado en esta ciudad.

También en su casa conocemos a Moisés, otro ciclista limeño, fundador de la comunidad Peru Riders”, que organiza viajes en bici a diferentes parte del país, varios de los cuales han hecho junto a Roxi y Eduardo.

Luego de una tranquila noche de sueño, a la mañana siguiente y gracias a la orientación de Roxi, Eduardo y Moisés, nos dirigimos a Pueblo Libre, donde nos espera Francisco. Recorremos parte de la costanera y apreciamos la presencia de ciclovias en la ciudad.

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De izquierda a derecha: Roxi, Luz, Sylvain, Eduardo y Moisés, en la costanera de Lima. Créditos para Moisés por la foto.

Ya donde Francisco, un cientista político/ instructor de yoga y ciclista, conversamos sobre muchas temas de actualidad y personales, y aprovechamos la ubicación para comprar repuestos de bici en la calle Emancipación, donde existe una amplia oferta de partes de bicicleta.

Quiero destacar a Francisco, porque a pesar de tener poco espacio para hospedarnos, aun así nos dijo que si a quedarnos con él. Eternamente agradecidos de ti, Fran!

Con Francisco afuera de su hogar.

Con Francisco afuera de su hogar.

Nuevamente nos movemos de lugar («en la variedad está el gusto»). El lunes 2 de noviembre nos vamos al departamento de Mathilde en Magdalena del Mar. Ella es una estudiante de intercambio, originaria de la Isla Reunión (departamento de ultramar francés al lado de Madagascar). Este lugar había sido visitado por Sylvain ya dos veces cuando estaba en sus veintes. Es por esto que estaba muy interesado en conocer a Mathilde, ademas del hecho de que podrían hablar en francés sin problemas (Sylvain ya llevaba casi un mes sin hablar su lengua materna).

Con Mathilde en su departamento.

Con Mathilde en su departamento. ¿Quien diría que un día podría estar sentada en la misma mesa compartiendo con una reunionés y un parisino en Lima? 🙂

La estadía con Mathilde y sus compañeras de piso españolas (Clara y Iciar) sale como esperábamos. Mathilde es muy inteligente, curiosa y nos hace sentir como en casa desde el principio. También nos dejo quedarnos un día mas de lo esperado porque, como les mencione en unos párrafos antes, mis problemas estomacales volvieron, a pesar del descanso y la dieta. Tanto así que fui al hospital de la Solidaridad para que el medico de turno que hiciera algun examen. Bueno, resulto que la medica gastroenteróloga no me quiso hacer ningún examen, a pesar de que levaba 4 días con diarrea y malestar, porque no tenia fiebre. Me recetó un montón de cosas solo para consolidar el estado de la caca (!), y solo antibióticos si tenia fiebre. Al final no le hice caso, y seguí el consejo de mi prima Ana, que también es Medico con especialidad en infectologia, pero en Buenos Aires. Me tome el medicamento Ciprofloxacina de 500 mg cada 12 horas por 5 días y me mejoré! La médica peruana me dio a entender que me había hecho mal la comida por los aliños (!), pero creo que no es posible hacer un diagnostico verdadero si no se tiene un examen adecuado. En resumen, gastamos 2 lucas y una espera de 3 horas para una atención de 5 minutos y un examen que nunca se realizo, para terminar siguiendo las recomendaciones de una médica que ni siquiera me vio y que esta a miles de kilómetros de distancia.

En general, nuestra estadía en Lima fue bien provechosa, conocimos gente espectacular, y hicimos todos lo tramites que teníamos pendientes para hacer en una capital.

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Atardecer en la nublada Lima.

Y así se pasaron volando mas de 1000 kilómetros desde Arequipa. Cumbia y fuera.